Lo que sucedió a un
hombre con otro que lo convidó a comer. (Texto que aparece en el libro)
Un día, conversando el conde Lucanor con su consejero, le dijo:
–Patronio, un hombre de mi confianza me ha asegurado que, si yo se lo pido, me ayudará en un asunto que me interesa mucho.
Sin embargo, lo veo tan poco convencido que sé que preferiría no hacerlo. Yo, por una parte, reconozco que me convendría aceptar su colaboración, pero, por otra, me da apuro pedírsela,
a la vista de su escaso entusiasmo. Como sé que vos discernís muy bien, os ruego que me deis algún consejo para saber cómo actuar.
–Señor conde –respondió Patronio–, para que entendáis mejor lo que yo creo más oportuno en este caso, me gustaría contaros una pequeña historia.
El conde se dispuso a escucharlo.
–Señor –continuó el consejero–, hubo una vez un buen hombre que había sido muy rico, pero que perdió toda su fortuna, hasta el punto de caer en la más extrema pobreza. A este hombre le daba mucha vergüenza mendigar para poder subsistir; por esa razón sufría mucha hambre y miseria.
Un día en que se sentía muy atormentado por el ayuno, pasó frente a la casa de un antiguo conocido suyo, que en ese momento se disponía a comer. Este le preguntó, por pura cortesía, si le apetecía compartir su mesa, y el hombre que tanto había empobrecido se lavó inmediatamente las manos y respondió:
«Amigo mío, te acepto la invitación por lo mucho que insistes, y por no contrariarte».
Se sentó, pues, y comió a dos carrillos, y gracias a ello se recuperó de la debilidad que lo estaba consumiendo. A partir de ese día, Dios lo ayudó y le mostró el modo de salir de aquella miseria
en la que se encontraba.
Y vos, señor conde, ya que os resulta imprescindible la colaboración de ese hombre, debéis aceptársela diciéndole además que lo hacéis por no contrariarlo. Y si os habéis percatado de que él
se ha ofrecido sin demasiada convicción, no esperéis a que insista en ayudaros, pues es probable que no lo haga, y entonces os veríais en la situación de tener que pedírselo por favor.
El conde consideró aquel consejo muy acertado, lo siguió y le fue bien.
A don Juan también le gustó esta enseñanza. Por eso la mandó escribir en este libro, y le añadió unos versos que dicen:
No te hagas mucho de rogar
cuando está en juego tu bienestar.
Don Juan Manuel, El conde Lucanor (texto adaptado)
a) Divide
el texto en partes, señalando qué párrafos ocupa cada una de ellas.
b) Señala
en cada parte, quién está hablando, es decir, si hablan los personajes o el
narrador.
1ª parte.:
2ª parte.:
3ª parte.:
4ª parte.: .
5ª parte.:
6ª parte.:
c) ¿Qué
problema tiene el conde Lucanor?
d) Resume
el cuento de Patronio.
e) ¿Qué
enseñanza encierra el cuento?
f) Ordena
el hipérbaton de los versos finales.
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